Gangtok

Gangtok no es una ciudad bonita. Por mucho que un día formara parte de la ruta de la seda camino hacia Tíbet y que ahora sea la capital de Sikkim, tiene dos calles peatonales rodeadas de comercios, una de ellas aún en proceso de construcción por lo que el monzón anega los cruces.
Es curioso pasear por estas dos calles peatonales donde la vida se desarrolla con calma. Una variedad de habitantes las pasea: monjes budistas comprando zapatillas en una tienda de Reebok, nepaleses con sus sombreros típicos, musulmanes con túnicas largas, un local donde se pone una película en video y todos pagan entradas más baratas que si fuera un cine, una tienda que anuncia un médico de personas y animales. También hay un mercado de alimentos en el que, tras callejear y comprar el Times of India de agosto que trata sobre los atentados terroristas de los trenes de Bombay, Jaipur y otras ciudades, nos perdemos. La gente es amable y todos nos piden posar para nuestras cámaras. El mercado está construido hace relativamente poco y en la puerta de un ascensor completamente nuevo, sin estrenar, se despliega el puesto de fruta y verdura de una mujer. Compramos unos mangos y unos plátanos ya que al día siguiente tenemos muchos km de carretera hasta Kalimpong y comeremos de pic nic en las afueras del monasterio de Rumtek.
La ventaja principal de llegar hasta aquí, hasta Gangtok, es que es punto de partida para hacer varias excursiones, nosotros las que hicimos fueron al lago Tsomgo y al monasterio de Rumtek.
No le recomendaría a nadie que fuera a visitar el lago Tsomgo en la época que fuimos: la niebla no nos dejó ver nada y además el aliciente de montar en un yak decorado con flores y telas de colores entre sus largos pelos, tampoco está disponible en época de lluvias. El camino es muy malo en estos meses por desprendimientos de tierras e inundaciones. Lo único que nos aportó el viaje fue ver las penosas condiciones en las que malviven los cientos y miles de emigrantes de Bihar, Assam y Bangladesh que trabajan reparando la carretera. Se refugian en casas de hojalata y hay que tener en cuenta que en esta zona del mundo, nieva desde diciembre a mayo y casi puede decirse que el resto del tiempo llueve. Son gentes sin papeles, sin derechos, pero con nombre y caras. Esto también lo vimos en Bután, como comentaré más adelante.
Pasamos infinitos controles del ejército debido a la proximidad de la zona con China. Al llegar a la cima, tras dos horas de saltos en el duro asiento del Jeep, se me coló la decepción. Aparte de un cartel, nada existente en el paisaje te hace pensar que estás a casi 3,500 m de altitud. Bordeamos el lago bajo la lluvia y nos refugiamos en un quiosco desde donde seguimos los intentos de un hombre que salió de la nada, por encender unas varas de incienso. Cuando lo consiguió volvió a perderse en la niebla.

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