Thimpu

Thimpu es la capital política de Bután. En cierto modo, exceptuando la arquitectura tradicional de sus casas, me decepcionó un poco.
Lo primero que visitamos es el centro de fabricación de textiles, en donde hacen los vestidos tradicionales que todos los butaneses, cualquiera sea su procedencia, se ven obligados a llevar. De hecho el guía se extraña de que en España no tengamos un traje nacional para ir a trabajar o al colegio.
El chorten de Thimpu no es más que una estupa blanca pero está lleno, a primera hora de la mañana, de gentes que van a rezar y a intercambiar las informaciones del día anterior. La mayoría son personas mayores, con esas caras asiáticas intemporales, sonrientes, que posan encantados para la foto sin dejar de girar sus ruedas de oraciones.
Por lo demás Thimpu tiene tiendas, muchas tiendas, museos, un centro de medicina tradicional, el cual no conseguimos visitar aunque vamos en dos ocasiones, y un bonito Dzong. Los dzong son estructuras que se repiten a lo largo de todo el país y consisten en imponentes fortalezas de adobe y madera pintada con patios interiores en los que se reparten el poder los monjes y la administración. El país no es el mejor ejemplo de laicismo.
El takim es un animal muy extraño, herbívoro, que parece haber surgido de una mezcla de animales: no tiene una parte del cuerpo que se corresponda con otra: la cabeza es demasiado
grande, las patas cortas... es, digámoslo, bastante feo. Hace años hicieron a las afueras de Thimpu un zoo que desmantelaron al poco tiempo por ser "poco budista" el hecho de tener a los animales encerrados, pero éstos, acostumbrados a vivir en cautividad no querían marcharse y decidieron poner en funcionamiento de nuevo el zoo. En realidad es un zoo muy diferente del de Darjeeling o de cualquier otro que haya visto ya que son enormes superficies arboladas y valladas en las que los takines, ciervos y otros pastan alegremente sin que les haga falta más espacio.
Lo más bonito, en mi opinión, de la ciudad es un antiguo templo llamado Changankha, del siglo XIV, donde los padres van con sus niños recién nacidos para que los bendigan. En Bután el nombre de los niños lo eligen en el templo según su fecha de nacimiento. En este templo hay muchos niños. Un pequeño que apenas sabe andar, se fija y repite los movimientos de su madre al hacer las postraciones. Los butaneses rezan primero postrándose hacia el lugar de rezo o estudio de un lama y luego hacia la figura del Buda. Lo hacen así porque dicen que sin la ayuda de los lamas no podrían entender la religión y que es a ellos a quien deben el primer respeto.
Los templos budistas de Sikkim y Bután son diferentes en varios puntos: lo primero es que en Sikkim la figura principal del templo es la de Gurú Rimpoché o Padmasamvava, un indio que llevó el budismo a esa zona. Detrás de esta figura hay un pasillo con una estatua de Buda. En los templos de Bután, sin embargo, la figura principal es la del Buda del Presente y no existe este pasillo posterior. La otra diferencia es el estilo de las pinturas, a las que, en ninguno de los dos sitios parecen valorar mucho, hecho sorprendente teniendo en cuanta que algunos murales datan de hace más de 500 años. En muchos casos se hallan tapados por telas.
Al día siguiente visitamos entre barro y lluvia el mercado de frutas y verduras, colorido, regentado por campesinos de los alrededores que te pesan un kilo de mangos riquísimos, que compiten en dulzura con los que comí hace algunos años en Delhi en el hotel Imperial para desayunar, mientras hablan por el móvil.
Un puente construido en estilo tradicional cruza el río hasta una zona con tiendas. El viajero no debe sorprenderse si una construcción que parece antigua no tiene más de 30 ó 40 años: hay una ley que exige que todas las construcciones nuevas sean hechas al estilo tradicional, con adobe y madera.

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