Paro

En Paro está el único aeropuerto del país así que todos los turistas, al menos una vez pasan por aquí. Es una ciudad pequeña, nueva, con calles anchas y bien delineadas y edificios cuidados al estilo tradicional. También tiene un dzong que iluminan por la noche donde se rodó la película de Bertolucci de "El pequeño Buda", un museo y un templo antiguo que se construyó el mismo día que uno de Bhumtang para vencer a un demonio. Pero sin duda su mayor atractivo turístico es el templo del "nido del tigre".
Si hasta estas alturas de viajar en Bután uno tiene alguna duda sobre la veracidad de las historias y leyendas, al llegar hasta este monasterio se disipan. Está apoyado con delicadeza sobre una montaña y fueron ángeles los que llevaron a sus espaldas los materiales de construcción y con cabellos lo ataron a la montaña. Gurú Rimpoché eligió el emplazamiento tras meditar en una cueva a la que llegó volando a lomos de una tigresa (una de sus esposas convertida en animal para tal fin) y donde derrotó a un demonio local. El budismo no mata demonios ni espíritus malignos sino que los convierte al budismo y utiliza su fuerza para que defiendan el dharma.
Actualmente no hay tigres sobre los que llegar sino una marcha de más de 2 horas cuesta arriba, unas escaleras que bajan y otras que suben. Puede ser recomendable alquilar unos caballos que te llevan hasta las escaleras aunque nosotros lo hicimos todo caminando.
Sin palabras.
Bután es un reino medieval disfrazado de democracia, que obliga a buena parte de sus habitantes a rezar en casa (está prohibido construir templos que no sean budistas pese a que el 20% de la población es hinduista), a vestir un traje caluroso en verano y frío en invierno y no concede, o lo hace a duras penas, visados para viajar al extranjero.
Una doble moral prohíbe matar animales en todo su territorio pero les gusta tanto la carne que la importan desde India: los animales comen animales, según ellos.
Los paisajes son como un papel arrugado cubierto de bosques en sus partes más altas y de ríos en cada uno de sus valles. En cada cruce y paso hay miles de banderas de oración que conjuran y vencen demonios, pisadas de santos o huellas de diablos en las rocas, lagos con lámparas de aceite y tesoros aún por descubrir.
Es un país de gentes amables que posan para cada foto sin dejar de sonreir, de gentes honradas (hemos recuperado la cámara de fotos que olvidamos en el aeropuerto de Paro) y sinceras.
Espero que siga conservando su esencia por mucho tiempo.

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