Pero lo más impresionante de Punakha no es su magnífica fortaleza, sino es el templo de Che Mi. Para llegar hasta él hay que atravesar arrozales y pueblos con casas de techos de madera y pinturas en las paredes tipo grafitty butanés con dragones, leones y penes voladores que atraen la buena suerte. En una casa se oyen unos tambores y un hombre sujeta a un gallo: parece que hay alguien enfermo y hacen esta ceremonia para alejar los malos espíritus que le han traído la enfermedad. El gallo sale ileso de esta ceremonia, lo que no sabemos es el resultado para el enfermo.
Tras subir una última cuesta y pasar un chorten donde charlan unas mujeres, se llega al templo, muy antiguo, donde muchas parejas van a pedir para tener descendencia. Una pareja de japoneses se vio recompensada con un niño y volvieron los 3 al cabo de unos años para agradecerlo.
En todos los templos y monasterios de Bután hay muchos niños, es una especie de escuela donde aprenden a leer y escribir, pero sólo permanecen en la vida monástica los que realmente sirven para ello. Mientras tanto sus maestros les dejan ser niños, ríen, hablan y se tiran papeles durantes las interminables sesiones de rezo. Otros nos enseñan unas cartas de personajes de acción con las que juegan.
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